El 10 de Diciembre y Giulia Tamayo
El 10 de diciembre de 1998 conocí a Giulia Tamayo, fue en París durante un encuentro de activistas con motivo de la celebración de los 50 años de la Declaración de los Derechos Humanos. Ese día la entrevisté como activista de DDHH, le conté que estábamos planeando hacer una película (que luego se llamaría La espalda del mundo) y que habíamos venido al encuentro para hacer una investigación con el propósito de rodar el film. Desde ese día nos hicimos amigos, luego la visité varias veces en su oficina de Amnistía Internacional en Madrid a recopilar información sobre la pena de muerte y hablar sobre el futuro trabajo. En esos encuentros me dio varios consejos, pero sobre todo me transmitió un entusiasmo muy grande por hacer la película, y por hacer cosas en general, películas o lo que hiciera falta para incidir en la realidad. Era una mujer sonriente y llena de luz, muy alegre. Salías de su oficina completamente convencido y emocionado. Bastaban unos minutos con ella y tenías claro que había que implicarse, te transmitía valor y optimismo para hacer las cosas, nada era imposible de cambiar.
Después de terminar la película nos seguimos viendo, pues habíamos organizado con su apoyo una campaña para detener la ejecución de Tomas Miller, un afroamericano condenado a muerte, protagonista de una de las historias de La espalda del Mundo. Estuvimos varios meses de campaña, finalmente se consiguió que no lo ejecutaran y años después, que Thomas saliera del corredor de la muerte. Durante ese tiempo nos veíamos en actos o programas en los medios de comunicación para hablar del caso. Ella estaba convencida de que lo íbamos a conseguir, y así sucedió.
Los siguientes años coincidimos en diferentes lugares por casualidad, generalmente en eventos de movimientos sociales, nunca quedábamos en vernos pero nos encontrábamos de vez en cuando. Luego Giulia estuvo un tiempo en Colombia y después en el Congo, denunciando la violencia contra las mujeres como arma de guerra, también estuvo en Honduras. Nuestros encuentros eran casuales y espaciados, a veces no nos veíamos en años, pero cuando nos encontrábamos era como si nos hubiéramos visto todos los días. En pocos minutos Giulia te ponía al día y te llenaba de energía .Nos vimos por casualidad también una vez en Perú, nos encontramos en la calle, ella estaba por el juicio de Fujimori, tenía que declarar. Giulia, durante la dictadura había denunciado las esterilizaciones forzosas, razón por cual había tenido que salir del país. Fue amiga y abogada de María Elena Moyano asesinada por Sendero Luminoso, también Sendero atentó contra ella, recibió un disparo en la pierna al poco tiempo de que los senderistas asesinaran a su amiga y compañera. A pesar de eso intentaron tratarla de ‘’terruca’’ cuando denunció las esterilizaciones forzosas del régimen, pero no pudieron. Esto no me lo contó Giulia, lo supe mucho tiempo después de conocerla. Giulia hablaba poco de ella, nunca me contó que tuvo que dejar el Perú porque la dictadura de Fujimori la tenía en la mira, recibió varias amenazas de muerte.
El 10 de diciembre se cumplió otro año de la declaración de los DDHH y de aquel primer encuentro con Giulia. Ya van 66 años desde que se hizo aquella declaración y leo en la prensa: "La CIA torturaba, asfixiaba y encerraba en ataúdes durante semanas a sus detenidos, pero los responsables no van a ir presos"."Un joven que quería entregar una bandera de México a la premio Nobel de la paz para recordar a los 43 estudiantes desaparecidos es detenido por la policía sueca". "Muere un diputado palestino golpeado por la policía israelí, la policía dice que murió de muerte natural"."En España aprueban una ley para criminalizar las manifestaciones"."Máxima Acuña enjuiciada por la minera Yanacocha por defender su hogar". Y podría seguir leyendo titulares. Los DDHH se siguen violando con impunidad.
La última vez que vi a Giulia fue unos meses antes que nos dejara, nos encontramos una vez más por casualidad, fue en una manifestación de los indignados que intentaban llegar a parlamento español . Los manifestantes reclamaban trabajo, vivienda, salud , educación, democracia real, justica, es decir Derechos Humanos. Giulia estaba sonriente como siempre, le gustaba ver a esa gente dispuesta a cambiar la realidad, quizás porque sabía que algún día lo iban a conseguir.
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