La última vez que Manu Chao vino a tocar a Lima, salimos un momento del hotel Bolivar donde estaba hospedado para dar una vuelta por la Colmena; caminábamos tranquilamente cuando un rockabilly limeño con un tupé a lo Elvis muy cuidado, lo detuvo y le dijo: no me gusta nada tu música Manu, pero tengo un buen amigo que es tu fan total y que se quiere suicidar ¿qué le digo? Manu, como si lo conociera de toda la vida se le acercó y le habló casi al oído. El rockabilly escuchó el mensaje, le dio la mano y se marchó satisfecho. Luego seguimos caminando un rato hacia el hotel, pero en un momento no pude más y le pregunté: ¿qué le dijiste al rockabilly que se fue tan tranquilo? y Manu me contestó: primero le dije que yo también fui rockabilly, y sobre lo otro le comenté que mi madre siempre dice ‘’la vida hay que vivirla hasta el final, aunque sea por curiosidad’’. 

Al día siguiente Manu tocaba en el parque de Lima. Tuve la suerte de rodar el concierto y estar en el escenario. Desde el primer momento Manu lo dio todo, su energía era inmensa, desbordante. Emocionado al final del concierto se golpeó el pecho con el micrófono imitando los latidos del corazón. Salimos cargados de fuerza. Seguramente el amigo del rockabilly estaba saltando entre el público.

Recuerdo también que en medio del concierto, Manu cedió el escenario a unos campesinos que habían venido de Conga para defender las lagunas, el agua, la vida. Si vuelve a venir a dar un concierto le diré que venga preparado, seguramente los medios de comunicación dirán que es un terrorista antiminero.

Para los que quieran vivir el concierto (aunque sea por curiosidad) aquí van unos temas de aquella gran noche.