Hace unos días asesinaron a un agricultor en Islay, Arequipa, se llamaba Victoriano Huayna, tenía 62 años. Defendía su valle, su tierra, donde trabajaba, donde habitaba, donde sembraba y daba de comer a sus hijos. Murió defendiendo lo suyo por la bala de un policía, otro peruano, mal pagado, al que el estado le da licencia para matar. Ignora el policía que le ha quitado la vida a alguien que está luchando por el futuro de todos, por el porvenir de sus hijos, para que no tengan que ser policías mal pagados, y salir un día a matar campesinos. Ya son 47 los muertos en conflictos sociales con este Gobierno, pero los medios nos cuentan que somos un país próspero, que crece, que esos muertos son el costo social, ya que son muertos que no quieren que el país avance, que continúe adelante, no comprenden nuestro desarrollo, nos dicen. En el Perú matar a un ciudadano en una protesta social está normalizado. Nuestro modelo económico crece sobre cadáveres, y sin ningún remordimiento llaman terroristas a las víctimas.  

Los que realmente practican el terror son los que fabrican falsas pruebas a los campesinos, los que dan órdenes de disparar, los que no entienden que la vida de un ciudadano es más importante que todo el oro que saque una multinacional. Y también los que manipulan a la opinión pública para justificar esa bala que mata.

Victoriano Huayna, ciudadano peruano de 62 años, agricultor. Asesinado por defender la vida. Los que creemos en un país distinto no olvidamos.