‘’La guerra es la muerte’’ (Mauy Mayed, niña de Bagdad).

He estado cerca de varias guerras y conflictos armados. Estuve en la guerra de la ex Yugoslavia, viajé en pleno conflicto para hacer un documental en las tres zonas enfrentadas, Serbia, Croacia y Bosnia. En la ciudad de Mostar, completamente destruida, estuvimos rodando en un orfanato, en el que habían niños de los tres lugares. Sus padres se habían matado entre ellos y los pequeños vivían juntos en un campo de refugiados. Tengo claro el recuerdo de la soledad en sus ojos, miraban a cámara como queriendo buscar algo que les diera un momento de tranquilidad. También estuve en la guerra de Irak, durante la ocupación y también en otros conflictos bélicos, en Palestina, en Kurdistán o en Colombia. En todos ellos he visto siempre las mismas miradas, como si el horror de la guerra se quedara dibujado en los ojos de la gente.

A Colombia fui a rodar "La voz de las piedras" y estuve en El Meta, zona dura de la guerra interna. En ese viaje conocí a Luz Neida, una joven campesina de la comunidad “El Encanto”, arrasada por los paramilitares. Luz y los sobrevivientes a la masacre de su comunidad habían decidido retornar a sus tierras después de cuatro años de haber sido expulsados de sus casas. Nos pidieron que viajáramos junto a ellos al Alto Ariari, donde vivían antes de que los paramilitares los desplazaran y les quitaran sus tierras. En ese lugar a Luz le habían matado a su padre, al padre de sus hijos, a su compañero y a su mejor amiga los paramilitares se la entregaron troceada en bolsas. Fueron más de ciento treinta muertos de una comunidad de trescientas personas, entre las víctimas había niños y ancianos, algunos de los pobladores fueron descuartizados con motosierras. A pesar de ese horror y que aun la zona estaba controlada por los paramilitares, Luz no paró de organizar el retorno y animar a su gente. Nos costaba entender de donde sacaba Luz tanta fuerza en medio de tanta sombra.

La decisión de ella, y otras mujeres valientes, era organizar el retorno, llegar cerca de su pueblo arrasado, crear una zona humanitaria en ese lugar e identificarse como población civil en contra de todos los grupos armados. “Estamos en contra de todos los grupos armados – nos decían- queremos tener derecho a la paz’’. Desde aquel enclave empezarían a recuperar sus fincas, y a rehacer sus vidas, la paz era un sueño lejano.

Recuerdo que al llegar a la comunidad, Luz nos llevó a conocer el árbol de la vida, el más alto de aquel lugar. Al regazo de aquella ceiba descansan decenas de piedras, cada una lleva el nombre de un niño, un familiar, un amigo asesinado. Sentada bajo la sombra de aquel árbol nos dijo “Aquí vengo a hablar con ellos, a decirles que ya hemos vuelto y que no vamos a parar hasta realizar nuestros sueños”.

Ahora que asoma la paz en Colombia, no puedo dejar de pensar en Luz y esas mujeres valientes que conocimos, precursoras de la paz, que está dejando de ser un sueño.


Aquí les dejo la película ‘’ La voz de las piedras’’:


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