Hoy me siento muy madrileño, esta ciudad amaneció el 12 de octubre con la Wiphala, bandera indígena que representa a los pueblos originarios de los Andes de nuestra América. Tuvieron que pasar más de 500 años para que esto suceda. El Ayuntamiento, la actual alcaldesa, Manuela Carmena, y su gobierno lo hicieron. En el día de la hispanidad, flamearon todos los colores en el balcón del Ayuntamiento de Madrid, en el corazón de la ciudad. 

Los conservadores, que aun creen que hay algo que celebrar en una fecha de colonización, están pataleando. Y tienen razón, en su concepción del mundo, colgar esa bandera es un acto simbólico que les enfada mucho. Y los conservadores saben bien que los símbolos importan.

Madrid, que tiene el mar en su cielo, es una ciudad de migrantes de todos los rincones de España, que hoy recibe a miles de inmigrantes de otros lugares del mundo. Los colores de la Wiphala representan a las naciones indígenas, pero verla en un balcón del ayuntamiento también simboliza una ciudad abierta, que prefiere ser un lugar en el mundo donde se celebre la dignidad de los pueblos y no a sus colonizadores.

Hoy me siento muy madrileño, dejo de escribir este post y me voy a tomar un vino con un bocata de calamares en la Plaza Mayor.