Todas las patrias

Este 28 de julio tendremos desfile militar, los colegios también desfilarán, pondremos banderas en nuestras casas y daremos vivas al Perú. Es el día de la patria, desde pequeños nos dicen que debemos amarla y sentirnos orgullosos. ¿Pero qué es la patria? ¿De qué debemos sentirnos orgullosos? ¿Se puede tener varias patrias? Mahmud Darwish, poeta nacional palestino, país ocupado por Israel, dijo que para él la patria era un árbol de olivo y una casa. José Martí, héroe de la independencia de Cuba, dijo: Patria es humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más cerca. Y José María Arguedas escribió: cualquier hombre no engrilletado y embrutecido por el egoísmo puede vivir feliz todas las patrias. 

No creo que la patria esté definida por fronteras. Pienso que la patria es el lugar en el mundo donde están los tuyos y donde la comunidad, la sociedad, te arropa. Por eso pienso que al pertenecer a una nación, tener patria debe ser tener un país justo, con salud pública de calidad, educación universal y gratuita de calidad, pensiones dignas para todos, un lugar donde puedas desarrollarte como persona, en libertad, con tu cultura e idioma, vivir plenamente en igualdad de derechos, donde nadie sea más que el otro. Si existe la patria debería ser eso. El patriotismo oficial y la autoestima impuesta por el estado peruano (que no reconoce en la constitución que somos un estado plurinacional) no nos representa ni nos arropa a todos. Es un estado excluyente, y muchas veces, los excluidos, cuando reclaman el derecho a tener verdadera patria (o patrias) son tildados de antipatriotas.

Recuerdo que cuando rodé en Iquitos un documental que se llamó ‘’Hijas de Belén’’, un día fuimos en una lancha al interior de la selva a grabar unas imágenes. Nuestro sonidista era chileno y estaba acostumbrado a que en Lima le hicieran comentarios referentes a su identidad. Nuestro guía, que era un indígena amazónico, creo que de nacionalidad Shipibo Conibo, al notarle un acento extraño, le preguntó por su origen. Mi amigo sonidista le dijo que era chileno, pero que no ejercía de chileno. Nuestro guía le respondió: No te preocupes hermano, aquí no tenemos problemas con Chile, aquí tenemos problemas con el Perú. Nunca olvidé aquella conversación.

En ese mismo rodaje en Iquitos conocí a una anciana Jebera, se llamaba Eusebia y se convirtió en la protagonista de nuestro documental. Eusebia era de las pocas que quedaban de su comunidad, hablaba en Jebero, su lengua materna. Sus hijos y nietos ya no hablaban su idioma, no la entendían y eso la entristecía mucho. No encontramos un traductor oficial de Jebero y se tuvo que traducir a ella misma, con su castellano aprendido al migrar de niña desde el interior de la selva hasta Iquitos. A los diez años Eusebia llegó al puerto del barrio de Belén, después de navegar varios días por la amazonia. Viajó para aprender a leer y escribir pero nunca pudo ir a la escuela. Pasamos varios días con ella, hablamos mucho, siempre recordaba su infancia. “Yo soy Jebera’’, me dijo. “Me gustaría volver al lugar donde nací, pero ya es tarde”. El lugar donde vivió Eusebia ya no existe. Su lengua estaba a punto de desaparecer. Eusebia había perdido su patria.

Hace poco pude asistir a la gran obra de teatro “Discurso de promoción”, del grupo Yuyachkani. En un momento, delante del cuadro oficial que representa nuestra independencia, un personaje coloca el símbolo de las patrias que faltan. Y luego aparecen los “apátridas”, hombres y mujeres que no fueron representados en ese cuadro y que hasta hoy se les niega su lugar en esta nación. Ojalá un día el cuadro esté completo y podamos sentirnos todos orgullosos de este lugar en el mundo.

Los dejo con unos versos de Mahmud Darwis:                                                                                                                                   Me dijo adiós porque buscaba lirios blancos/un pájaro que reciba el alba en la rama de un olivo /no entendía las cosas/más que como las vivía/ como las sentía. / Pensaba- me dijo- que la patria es que yo bebiese a sorbos el café de mi madre/ y que volviera, tranquilo, con la tarde.


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