Murió Eyvi y con ella morimos todos. Incendiaron su cuerpo y después de luchar un mes contra la muerte nos dejó. La mató el hombre que le prendió fuego, pero también la mataron todos los que no hicieron nada por evitarlo.
La mataron aquellos que se niegan a cambiar las políticas para evitar el feminicidio. Los que no quieren hablar de enfoque de género. Los políticos y cardenales que se niegan a educar en igualdad, y que dicen: “muchas veces, la mujer se pone como en un escaparate, provocando”. También los que niegan que somos un país de violadores, aunque tengamos el índice de violaciones más alto de América Latina. Los que dicen en los medios de comunicación “tendré que responderle como hombre”. Y los jueces, que condenan a las mujeres agredidas, en vez de condenar a sus agresores. Eyvi estaba sola, como muchas otras.
Hoy morimos todos. La muerte de Eyvi nos quema vivos, como a ella. Nos quema por dentro y nos hace más tristes, como peruanos, como país. Lo único que nos queda, para que ella pueda descansar en paz, es no dejar de luchar un segundo para eso nunca vuelva a suceder. Para que ni una mujer sea agredida, quemada, vejada, asesinada.
Que el dolor sufrido por Eyvi y el dolor de su familia no se olvide nunca. No pasemos página nunca. Si eso sucede Eyvi seguirá muriendo, y nosotros también.