Celebro
Yo celebro. No celebro que un señor condenado por crímenes de lesa humanidad lo pase mal regresando a la cárcel, sufra o nos diga que se va a morir si se cumple la orden judicial. No celebro su destino, ni su desesperación, ni su dolor (aunque nunca demostró arrepentimiento alguno ante el dolor de los familiares de las víctimas). Nadie debe sufrir condenas crueles e inhumanas, pero este no es el caso. Al contrario, el exdictador gozará injustamente de privilegios, estará en una celda de lujo y podrá recibir visitas todo el tiempo, como antes.
Yo celebro por otras razones. Celebro porque la impunidad no se puede convertir en un derecho de dictadores y asesinos. Celebro porque los niños y jóvenes del Perú verán que tenemos un país donde no se puede robar, secuestrar y matar, y que luego un presidente te saque de la cárcel para que vivas en una mansión. Celebro porque la justicia es importante para la memoria y para que puedan descansar los que perdieron a sus seres queridos. Celebro porque respeto a mi país, a los familiares de los jóvenes asesinados, a esas madres y hermanas luchadoras que todos los días sueñan con volverlos a ver con vida. El 3 de octubre celebré, sentí alegría por ellas y sus familias, y también tristeza por los que ya no están. Me tomé un pisco y brindé por un futuro con justicia.