“Gracias al lucro la humanidad no está golpeando piedras en una cueva para hacer fuego”, dice la periodista Rosa María Palacios. Según esta líder de opinión “no hay nada que asuste más que competir y nada que haya traído más prosperidad a la humanidad que la competencia y el deseo de ganar”. Y esto lo dice en medio de una crisis terrible por el COVID-19 en el Perú, donde literalmente hay gente que no tiene ingresos y tiene miedo de no poder llevar alimentos a su casa. Carece la periodista de una sensibilidad mínima al hacer estas declaraciones en un momento tan difícil para la gran mayoría de los peruanos.  

Rosa María siempre defiende a los poderosos que dominan el “libre mercado”, considera que esa codicia trae prosperidad y todo indica que para ella quienes defienden políticas de solidaridad o de control del mercado son seres primitivos. Ese es su credo ideológico. También le gusta la Constitución de Fujimori, nacida de un golpe de Estado y que garantiza su credo; la he visto defenderla de forma acalorada desde su cueva mediática, cuando alguien cuestiona su esencia y su legitimidad. El fujimorismo no es solo corrupción y mafia, es también un modelo, unas reglas de juego; y la periodista siempre defiende con vehemencia esas reglas de juego diseñadas para los poderosos.

En las cuevas, donde vivían nuestros lejanos antepasados, aparte de golpear piedras para hacer fuego y darse calor, estos seres de la prehistoria plasmaron en las paredes formas y dibujos fascinantes que representan su mirada del mundo, sus vidas, sus sueños, lo que sentían. Esas obras de arte de trazos delicados, son de una belleza sorprendente. Aquellos primeros humanos eran capaces de crear, imaginar y conmover con la delicadeza de un dibujo, eso los diferenciaba de las demás especies. Estas hermosas pinturas fueron realizadas sin la motivación del lucro, quizás para que miles de años después nuestros ojos puedan ver lo que ellos vieron y podamos sentir lo que ellos sintieron.